En el constante torbellino de la vida moderna, nuestras emociones a menudo se convierten en las corrientes ocultas que pueden dirigir nuestras decisiones y estados mentales.
Desde la exuberancia de la alegría hasta las profundidades de la tristeza, nuestras emociones pueden ser como mareas impredecibles que nos arrastran en diferentes direcciones. En este viaje interior, la regulación emocional emerge como un faro guía, una habilidad esencial que nos capacita para navegar estas aguas turbulentas con equilibrio y claridad.
En este artículo, exploraré algunas complejidades de las emociones, estrategias para regularlas y cómo podemos cultivar la regulación emocional en nuestras vidas. Descubriremos cómo podemos tomar el timón y convertirnos en maestros de nuestras propias reacciones emocionales.
Las emociones: Una exploración inicial
Antes de sumergirnos en las estrategias de regulación emocional, es fundamental comprender la naturaleza misma de las emociones. Éstas forman parte de nuestro funcionamiento básico como seres humanos. Están presentes en todos y están ahí para guiarnos y ayudarnos a tomar decisiones.
Las emociones se sienten en el cuerpo; conllevan sensaciones somáticas, posturas o movimientos específicos, tendencias hacia ciertas acciones, y también se pueden entender como señales para comportarse de determinada manera.
Generalmente, las emociones no son voluntarias, son como un clima interno que va y viene cambiando de vez en cuando, fluyendo de una a otra, algunas veces tormentosas y otras en calma. Este clima interno es tan normal y previsible como el externo. Como ocurre con el tiempo, puede llover o hacer sol y estos estímulos ambientales influyen sobre las emociones, con efectos internos o externos.
Las emociones son reacciones espontáneas o involuntarias a sucesos externos e internos a nosotras/os mismas/os. Nos ayudan a adaptar mejor nuestro comportamiento a lo que está ocurriendo en el presente. Por ejemplo: el amor nos ayuda a estar más cerca de alguien por quien nos preocupamos; el miedo nos ayuda a evitar situaciones que nos ponen en peligro; la alegría nos ayuda a buscar experiencias placenteras, etc.
Algunas emociones constituyen una reacción primaria a nuestros propios pensamientos, acciones y sentimientos. Por ejemplo: sentir vergüenza de tu cuerpo porque una voz interna te dice que eres feo; sentirte desconcertado porque estás triste; sentirte culpable o con miedo porque te has enfadado con alguien, etc. Estos “sentimientos sobre los sentimientos”, o, dicho de otra forma, emociones sobre nuestra propia experiencia interna, se denominan emociones “autoconscientes”. A menudo pueden ser problemáticas, porque se asocian con juicios negativos internos sobre lo que experimentamos (leer el artículo de pensamientos intrusivos), nuestras emociones están íntimamente conectadas con nuestros pensamientos, comportamientos, sensaciones y formas de percibir el mundo.
Estrategias prácticas para la regulación emocional
Voy a enumerar algunas de las prácticas que se pueden llevar a cabo para regularse emocionalmente, existen muchas más, pero éstas son las que suelo utilizar en terapia con mis pacientes:
- Conciencia Emocional: El primer paso en la regulación emocional es la conciencia. Aprender a identificar y etiquetar tus emociones te permite comprender lo que estás experimentando en un momento dado. Mantener un registro emocional puede ayudarte a rastrear tus estados emocionales a lo largo del tiempo y a reconocer patrones que pueden estar afectando tu bienestar.
- Técnicas de respiración y relajación: La respiración profunda y la relajación consciente son herramientas poderosas para calmar la mente y reducir la intensidad de las emociones negativas. Prueba con técnicas de respiración como la respiración diafragmática, donde inhalas profundamente por la nariz, sientes cómo tu abdomen se expande y luego exhalas lentamente por la boca. Esto activa la respuesta de relajación del cuerpo y ayuda a reducir el estrés.
- Reestructuración y perspectiva: Cambiar la forma en que percibes una situación puede tener un impacto directo en tus emociones. Practica la reestructuración cognitiva, donde intentas ver una situación desde diferentes perspectivas. Pregúntate a ti mismo si estás exagerando la importancia de lo que está sucediendo o si podrías encontrar un aspecto positivo incluso en las situaciones desafiantes.
- Practicar la atención plena: La atención plena, o mindfulness, implica estar completamente presente en el momento actual sin juzgar tus emociones. A través de la meditación mindfulness, puedes aprender a observar tus pensamientos y emociones sin aferrarte a ellos ni reaccionar impulsivamente. Esto te da el espacio para elegir cómo responder en lugar de reaccionar automáticamente.
- Distracción: Ayuda de vez en cuando a todo el mundo que se siente desbordado. Es importante entender que la distracción consciente y voluntaria como una estrategia de afrontamiento temporal no es lo mismo que la evitación persistente de las necesidades. Proporciona algo de tiempo durante el cual respirar profundamente y descansar, de forma que puedas sentirte más capaz y preparada/o para afrontar tus sentimientos.
- Contención: hay que destacar que es completamente diferente de “deshacerse” de tus sentimientos. Cuando contienes una emoción o recuerdo es necesario hablar contigo misma/o y decirte: “Ahora no, pero retomaré esto más tarde”. Aquí te estás haciendo la promesa de conseguir el tiempo y la energía necesarios para hacer frente a esa emoción en el lugar y momento adecuados. Algunas formas de contener la emoción es escribir o utilizar el arte para expresar lo que se está experimentando.
- Enraizar: Utiliza los cinco sentidos para enraizarte y ser consciente del momento presente. Obsérvate a ti mismo y tu entorno, a continuación, describe en voz alta lo que captas con tus sentidos.
Cultivando la regulación emocional a largo plazo
La regulación emocional es un proceso continuo que requiere paciencia, autoconciencia y un esfuerzo constante para explorar y comprender las raíces de nuestras emociones. A medida que te familiarices con las estrategias mencionadas anteriormente, ganarás la capacidad de identificar patrones y desencadenantes que podrían haber pasado desapercibidos. Esta conciencia te empodera para abordar los problemas desde su origen, en lugar de simplemente reaccionar ante los síntomas superficiales.
Es importante recordar que no se trata de suprimir tus emociones, sino de entenderlas, validarlas y manejarlas de manera saludable. Al invertir tiempo en el autocuidado, como el ejercicio regular, una dieta equilibrada y un sueño adecuado, también estás proporcionando a tu cuerpo las bases para una mejor regulación emocional.
Conclusión: el poder de la regulación emocional
Al aprender a comprender y gestionar tus emociones, puedes crear una vida más consciente y equilibrada. A medida que practicas la regulación emocional, estarás mejor preparado para enfrentar los desafíos de la vida con serenidad y tomar decisiones conscientes en lugar de reaccionar impulsivamente. Esta habilidad no solo nos beneficia individualmente, sino que también mejora nuestras relaciones y conexiones con los demás, al brindarnos una comprensión más profunda y empática de sus propias luchas emocionales.
Aprender a regularnos emocionalmente es adoptar el compromiso de vivir de manera auténtica y consciente, abrazando todas las facetas de nuestro ser. A medida que avanzamos en este viaje, recordemos que está bien tropezar de vez en cuando; la perfección no es el objetivo, sino el progreso constante. Así que sigamos explorando, aprendiendo y creciendo, con la certeza de que el arte de la regulación emocional nos lleva a una vida más rica, plena y en sintonía con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea.