Hablemos de Vigorexia
Esta práctica conlleva una fuerte adicción al ejercicio, un excesivo control sobre la dieta, y el consumo abusivo de determinadas sustancias, como los esteroides anabolizantes, entre otras. La finalidad de estas conductas es aumentar la masa muscular todo lo posible sin que se vea aumentada la cantidad de grasa corporal.
¿Cómo surge?
Existen determinantes socioculturales que envuelven la vigorexia (Fanjul y González, 2011). La publicidad y los metamensajes, entre otros, que modifican el estereotipo de masculinidad, dotan a los medios de comunicación y la moda un poder predominante sobre el ideal masculino de alcanzar la delgadez, y el ideal del volumen muscular. Esto es solo la punta del iceberg, existen otros factores que también estarían influyendo en esta práctica, como por ejemplo efectos secundarios derivados del abuso de esteroides anabolizantes en culturistas.
¿Qué pasa si se me descontrola?
En el estudio de López, Vázquez, y Mancilla (2016) se puede observar que las personas que practican la vigorexia dejan de lado actividades sociales y tienen conductas evitativas de mostrarse en público, creando un malestar significativo que se debe a esta evitación.
Para reducir el malestar causado por las conductas de evitación, se crean una serie de rituales (González, Fernández, y Contreras, 2012):
- Comprueban de manera reiterada su masa muscular.
- Se miran al espejo con asiduidad.
- Se pesan en la báscula para controlar su peso.
- Siguen unas dietas estrictas.
- Miden su desarrollo muscular, etc.
Estos rituales no ocurren solos, también aparecen las distorsiones cognitivas (González, Fernández, y Contreras, 2012):
- Se crean una idea fija que deben cumplir sin excepción.
- Realizan una serie de comportamientos para rebajar el nivel de ansiedad que estas ideas obsesivas les genera.
- Aparece la compulsión, que es la realización de ejercicios físicos para calmar ese pensamiento constante de cumplir el ideal corporal que se desea.
Resumiendo, los que comparten esta afición cumplen una serie de características comunes (López, Vázquez, y Mancilla, 2016):
- El ejercicio físico está por encima de la interacción social, que entra en conflicto con el deseo de ser aceptado.
- Una imagen corporal distorsionada.
- Bajo autoconcepto.
- Pensamientos obsesivos negativos.
- Dietas estrictas.
¡Enhorabuena! Acabamos de llegar a la denominada anorexia inversa o también conocida como vigorexia.
¿De qué estamos hablando entonces?
Conforme se avanza en investigación cada vez se llega más al espectro de la conducta alimentaria. Podemos hablar de dismorfia corporal o complejo de adonis (Fanjul y González, 2011).
Consiste en un trastorno comportamental con dependencia hacia las actividades físicas, obsesión por la musculatura, ingesta de sustancias y alimentos en un régimen estricto para desarrollar masa muscular. Por tanto, no se trata de una práctica inofensiva, el excesivo culto al cuerpo trae consigo consecuencias para la salud.
El estudio realizado por Martínez, Cortés, Rizo, y Gil (2015) concluye que los valores de proteína y consumo de colesterol en personas que presentan estas dietas estrictas, sobrepasan los límites propuestos para una persona que desea desarrollar masa muscular.
Pero… ¿no hablábamos de salud? He aquí el “quid de la cuestión”. La ritualización de la ingesta de alimentos específicos para cumplir con los estándares deseados genera un gasto económico importante.
Reflexión
“La vigorexia es un lobo vestido de cordero”. Vivimos en una sociedad en la que se vende que hay que cuidar el cuerpo, hacer ejercicio y llevar una dieta saludable, de este modo seremos aceptados.
El metamensaje de esta campaña publicitaria no es más que la incorporación al mercado de sustancias, alimentos, y estilos de vida que favorecen el consumo y dejan de lado la salud por completo.
El desconocimiento y la falta de concienciación de la población acerca de su gravedad, junto con el alto porcentaje de adolescentes que cada vez más está llevando a cabo conductas de riesgo, hace evidente que las herramientas fundamentales para lograr un abordaje satisfactorio sean la prevención, la educación sanitaria y la psicoeducación.
Referencias
Fanjul, C., & González, C. (2011). La influencia de modelos somáticos publicitarios en la vigorexia masculina: un estudio experimental en adolescentes. Revista de Estudios de Comunicación, 16 (31), 265-284.
González, I., Fernández, J., & Contreras, O. (2012). Aplicación de árboles de decisión como método de clasificación de la vigorexia. Acción motriz, (9), 7-15.
López, C., Vázquez, R., & Mancilla, J. (2016). Evaluación diagnóstica de la dismorfia muscular: una revisión sistemática. Anales de psicología, 32 (2), 1246-1256.
Martínez, A., Cortés, E., Rizo, M., & Gil, V. (2015). Valoración de la dieta de usuarios de sala de musculación con dismorfia muscular (Vigorexia). Nutrición Hospitalaria, 32 (1), 324-329.